miércoles, 17 de febrero de 2010

Ensayo para Primera Evaluación Parcial

MAESTRÍA EN COMUNICACIÓN Y TECNOLOGÍAS EDUCATIVAS

MÓDULO DE INVESTIGACIÓN

Enrique Lemus Muñoz Ledo
Tutor: María del Rosario Freixas Flores
Grupo: 2
Sede: ILCE Puente


LA ÉTICA EN LA SOCIEDAD
DEL CONOCIMIENTO


Blogg: http://portafolioinvelemus.blogspot.com/

LA ÉTICA EN LA SOCIEDAD
DEL CONOCIMIENTO



Resumen
Este ensayo tiene como propósito exponer al lector las reflexiones personales sobre la ética en los diversos ámbitos de la actividad humana, a partir de las lecturas de Edgar Morín, “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” y de Raúl Rojas, “Formación de investigadores educativos”.
A lo largo del texto se van refiriendo los temas abordados por los autores y se incorporan las reflexiones del autor, concluyendo con una serie de propuestas para llevar a la vida cotidiana las propuestas de los autores.

INTRODUCCIÓN.

El propósito de este ensayo es exponer mis reflexiones sobre el concepto de ética y su aplicación en nuestra vida cotidiana, en nuestro ámbito profesional y, particularmente, en los trabajos de investigación que desarrollemos, partiendo de la lectura de los textos de Edgar Morín, “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro” y de Raúl Rojas, “Formación de investigadores educativos”.

Considerando el peso específico de cada uno de los textos citados, me he propuesto tomar como el eje de la reflexión texto de Edgar Morín, en tanto que plantea una perspectiva mucho más amplia de la ética en este momento histórico de la humanidad y sus implicaciones en la educación. Por otro lado, el breve artículo de Raúl Rojas he de considerarlo en un plano muy concreto, pero indispensable en nuestra formación como investigadores.

He estructurado el ensayo en dos apartados y conclusiones. En el primer apartado refiero a las ideas más importantes del texto de Edgar Morín y las reflexiones a las que me ha motivado, contrastando lo señalado por el autor con mi experiencia y con algunas referencias a otros autores. El segundo apartado, más breve que el primero por lo específico del tema, se refiere al problema del plagio y la honestidad intelectual en el ámbito de la investigación y el trabajo académico planteado por Raúl Soriano, así como la exposición de mis reflexiones al respecto.


LA ÉTICA EN LA PERSPECTIVA DE EDGAR MORÍN.

En un contexto actual en el que la humanidad ha experimentado vertiginosas transformaciones, principalmente en el fenómeno de la globalización y la mediación de las tecnologías de la información y la comunicación en la gestión del conocimiento, en el establecimiento de relaciones interpersonales e, inclusive, la economía, Edgar Morín, plantea una serie de “saberes” que deberemos tomar en consideración para la educación de las personas en el siglo XXI, que atienden más a la condición de “Ser Humano” tocando sus fundamentos filosóficos, religiosos y culturales, que a las metodologías, pedagogías, tecnologías y demás recursos del proceso educativo.

Los siete saberes necesario a los que alude Edgar Morín (1999) son: 1) las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión; 2) los principios de un conocimiento pertinente; 3) enseñar la condición humana; 4) enseñar la identidad terrenal; 5) enfrentar las incertidumbres; 6) enseñar la comprensión; y 7) la ética del género humano. Este ensayo aludirá sólo a los dos últimos ya que nuestro propósito, como ya se mencionó, es reflexionar sobre la ética en nuestras relaciones personales, en el trabajo profesional y en nuestro quehacer investigativo.

Morín señala que hay dos modalidades de la comprensión: la comprensión intelectual u objetiva y la comprensión humana intersubjetiva. De estas dos modalidades, centra su atención en la última, en tanto que es a través de ella como se interpreta la realidad, se le da significado y sitúa el conocimiento adquirido por la persona a través de la educación. Esto se corresponde con la perspectiva cognitiva, de acuerdo con J. Bruner, citado por Joaquín García y Gloria María Álvarez (2008, pp. 6-10), que señala que existen dos modalidades de la actividad mental en la creación de significados: paradigmática y argumental. Advierten los autores citados que ambas modalidades son irreductibles y que la una no subordina a la otra, sino que son necesariamente complementarias para que las personas conozcan e interpreten la realidad que les rodea.

Para enseñar la comprensión, Morín parte de una afirmación “La situación de nuestra tierra es paradójica (…) las interdependencias se han multiplicado (…) Y sin embargo, la incomprensión sigue siendo general. Sin duda hay grandes progresos de la comprensión, pero los progresos de la incomprensión parecen aún más grandes”.

A mi modo de ver los espacios de incomprensión se van reduciendo. Aun reconociendo las inconmensurables paradojas de nuestro mundo y que han existido históricamente, pero que ahora se hacen visibles gracias a la interconectividad, tenemos a nuestra disposición más elementos para la comprensión en tanto que conocemos las visiones, valores, costumbres, etc. de personas a las que anteriormente rechazábamos por simple desconocimiento, tenemos más posibilidades de generar empatías, tenemos una perspectiva cada vez más global y creo que a final de cuentas esta apertura puede contribuir a la comprensión tanto de una “humanidad” como de nuestra comunidad inmediata.

La comprensión humana intersubjetiva, señala Morín, sobrepasa la explicación que es suficiente para la comprensión intelectual u objetiva y requiere el conocimiento sujeto a sujeto, lo que incluye un proceso de empatía, de identificación y de proyección y necesita una actitud de apertura, simpatía y generosidad. A priori, podríamos señalar que la mediación de la tecnología dificulta la comprensión intersubjetiva, pero como lo veremos más adelante, el desarrollo de las redes sociales por Internet, por citar un ejemplo concreto, ha favorecido la formación de relaciones interpersonales de tal suerte que el número de matrimonios que tuvieron su origen en una red social se ha venido incrementando de manera considerable (en Estados Unidos, 2 de cada 8 matrimonios tiene este origen).

Por otro lado, Morín señala que existen obstáculos externos e internos para lograr la comprensión. Dentro de los externos se mencionan el “ruido” que puede generar malentendidos, la polisemia, las diferencias culturales y la ignorancia de dichas diferencias, la diferencia de valores y cosmovisiones, así como la imposibilidad de comprenden otras estructuras mentales. En cuanto a los obstáculos internos, refiere al egocentrismo que engendra la autojustificación, la autoglorificación y la tendencia a adjudicar a los demás la causa de todos los males; señala también el etnocentrismo y el sociocentrismo que nutren xenofobias y racismos; y por último, el espíritu reductor, que reduce el conocimiento de lo complejo a uno de sus elementos, considerado el más significativo.

La mediación de la tecnología en las relaciones interpersonales no necesariamente dificulta la comprensión humana intersubjetiva, creo que al contrario, puede favorecerla. El axioma “más allegados, más comprensión” planteado por Morín, podríamos matizarlo a la luz del acelerado crecimiento de las redes sociales en Internet que posibilitan el desarrollo de relaciones interpersonales a grandes distancias y amplían el ámbito de relaciones de la persona.

Ahora bien, la comprensión intersubjetiva de acuerdo con lo planteado por Morín requiere de una dimensión ética; es decir, la verdadera comprensión requiere de un “bien pensar” que permite aprender al ser en su contexto y en todas sus dimensiones, su complejidad y las condiciones de su comportamiento; asimismo, requiere de una “introspección”, que nos permita ver nuestras debilidades y faltas como vía para la comprensión del otro. La ética de la comprensión implica también una comprensión desinteresada, que inclusive nos permita comprender lo incomprensible; implica argumentar y refutar, en lugar de excomulgar o anatemizar.

No coincido con Morín en que la comprensión debe ser desinteresada; al contrario, debemos tener un interés manifiesto que mueva nuestra voluntad para conocer al otro, para reconocernos en él o ella en nuestros rasgos fundamentales, para superar inclusive una barrera de incomprensión. No obstante, creo que el compromiso con el diálogo, con la argumentación y el razonamiento debe ser una condición para buscar la comprensión. Acercarnos al conocimiento y establecer relaciones interpersonales sobre la base de los prejuicios, ciertamente es una actitud que debemos erradicar, pero creo que es preciso que buena parte de los prejuicios tienen lugar en el desconocimiento, y en la actualidad la interconectividad del planeta nos permite superar este obstáculo.

Asimismo, señala Morín que para lograr una comprensión debemos tener conciencia de la complejidad humana, mantener una actitud de apertura subjetiva e interiorizar la tolerancia. Respecto de la actitud de apertura subjetiva, creo que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, en particular Internet, han contribuido de manera muy importante a que esta actitud se vaya ampliando cada vez más, estableciéndose redes de colaboración tanto para la formación de conocimiento como para la promoción de intereses comunes (inteligencia social).

Por último, en el plano de la comprensión, Morín liga la ética de la comprensión con una “ética planetaria”. Creo entender esto como el reconocimiento del otro y de ambos en un contexto más amplio, de una verdadera conciencia de “Humanidad”; sin embargo, aunque pudiéramos entenderlo como una “conciencia”, me parece que su materialización aún no es posible mientras no logremos un tránsito de la globalización a la mundialización, de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento.

En este punto, como ya se puede advertir, Morín plantea un salto muy importante al que nos impulsa la ética de la comprensión: la antropoética, definida como la ética del género humano. La concepción compleja del género humano, según Morín, comprende la tríada individuo-sociedad-especie, que a su vez implica los bucles individuo-sociedad e individuo-especie, todo ello en un marco de democracia en el que el individuo se asume como ciudadano y en estas complejas interrelaciones adquiere la conciencia de “Humanidad”.

Por último, Edgar Morín señala que esta perspectiva antropoética nos pide asumir como misión una serie de tareas, que desde mi punto de vista precisamente plantea los atributos éticos de la educación en la sociedad del conocimiento: trabajar para la humanización de la humanidad; obedecer la vida, guiar la vida; unidad en la diversidad; reconocimiento y respeto del otro, tanto en la diferencia como en la identidad; desarrollar la ética de la solidaridad y de la comprensión; así como enseñar la ética del género humano.

Estas aspiraciones o valores universales, verdaderamente humanos, debieran guiarnos en el camino para realizar un mundo mejor, en el que los ideales de justicia y libertad no sean un destino, sino una realidad. Sin embargo, existen fuerzas y poderes fácticos que jalan a las sociedades en sentido contrario para preservar intereses mezquinos; existen atavismos culturales que nos anclan a una realidad conocida, manejable. Resulta paradójico que en hoy por hoy la producción agropecuaria sea suficiente para alimentar a todos los seres humanos en el planeta y, sin embargo, millones de personas mueran de hambre y padezcan desnutrición; también resulta paradójico que la interconectividad del planeta permita acudir solidariamente al rescate de un pueblo víctima de una catástrofe, pero que al mismo tiempo seamos incapaces de detener la violencia que día a día mata a jóvenes en nuestra propia comunidad.

Los planteamientos realizados por Edgar Morín me parecen irreductibles e impostergables, pero cómo materializarlos en la vida cotidiana. A esto volveremos en las conclusiones.


EL PLAGIO Y LA HONESTIDAD INTELECTUAL.

El texto de Raúl Rojas (1992) que, como ya dijimos en la Introducción, tiene un alcance mucho menos ambicioso que el de Edgar Morín, nos advierte de un problema, al parecer endémico, que aqueja al ámbito académico y a la investigación: el plagio.

Más allá de la carga anecdótica del texto, a la que creo que recurre el autor para reforzar su idea, nos hace reflexionar sobre la honestidad intelectual como uno de los atributos fundamentales del quehacer académico y que es una de las características del pensamiento crítico fuerte, necesario no sólo en los académicos e investigadores, sino en el trabajo profesional y en la vida cotidiana de toda persona.

El asunto me parece irrefutable y no queda más que estar de acuerdo con el autor y asumir un compromiso ineludible como investigadores para erradicar este mal.


CONCLUSIONES.

Ambos autores coinciden en un aspecto básico: la ética debe conducir nuestro actuar en tanto académicos, investigadores y profesionistas, como ciudadanos y personas. Edgar Morín apunta a lo más trascendente y Raúl Rojas a lo más inmediato, pero ambos plantean la necesidad de un comportamiento ético que nos guíe.

A primera vista podrían parecer anhelos irrealizables los de Morín, pero creo que hoy tenemos muchas herramientas que nos pueden ayudar a que día con día construyamos esa Humanidad.

En el trabajo profesional, podemos promover grupos interdisciplinarios para ampliar las visiones reduccionistas, disciplinares que nos impiden tener una visión más amplia y encontrar soluciones compartidas en el trabajo colaborativo. Asimismo, creo que es necesario que en el ámbito laboral o profesional nos propongamos cumplir con un código de ética que preserve las normas de conducta que conduzcan nuestro comportamiento profesional o académico.

En cuanto al fortalecimiento de nuestra democracia, los foros de opinión se están convirtiendo en herramientas cada vez más poderosas para alinear voluntades y expresar mejores propuestas para atender los problemas sociales. Creo que debemos tener una participación más activa tanto en estos foros como en otros para que los espacios de decisión reservados a los políticos y tecnócratas se habrán a la opinión ciudadana y la corresponsabilidad en el diseño, ejecución y evaluación de las políticas, programas y acciones que impacte en nuestra sociedad.

Como ha quedado bien claro, la ética no sólo tiene una expresión en los ámbitos profesional, político, académico o investigador, sino que tiene un ámbito más inmediato en nuestra comunidades más cercanas: la familia. Debemos establecer normas éticas que respeten la individualidad de cada miembro de la familia, que permitan la toma de decisiones con la participación de todos y que fortalezcan la solidaridad y el apoyo mutuo en función de los intereses colectivos o particulares.


REFERENCIAS.

García Carrasco, Joaquín y Álvarez Cadavid, Gloria María (2008). Reconfiguración como sujetos de comunicación: implicaciones para los ambientes virtuales con fines educativos. Revista de Universidad y Sociedad del Conocimiento. Vol. 5, No. 2. Pp.5-15. Recuperado el 16 de febrero de 2010 en http://rusc.uoc.edu/ojs/index.php/rusc/article/view/333

Morín, Edgar (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Correo de la UNESCO.

Rojas Soriano, Raúl (1992). Formación de investigadores educativos. Plaza y Valdés. México.

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